jueves, 9 de agosto de 2018

Cicatrices

Taizé es de esos lugares dónde he encontrado un espacio de escucha tan necesario para mi. Este espacio, y este tiempo, me han proporcionado algunas respuestas y algunas nuevas preguntas. También han salido a mi paso situaciones con un nuevo aprendizaje.

El martes, al salir de la iglesia de la reconciliación, después de la plegaria del mediodía, vi a una joven sentada en la puerta, llorando. Al principio, decidí seguir mi camino porque había jóvenes suficientes a su alrededor; sin embargo, como ninguno parecía hacerle ningún caso preferí acercarme para ver si necesitaba ayuda.

El llanto de la joven no cesaba pero levanto la cabeza de sus rodillas a las que seguía abrazando con fuerza y e contestó: "no, no pasa nada, es que me duele mucho la cicatriz del brazo; he ido a al servicio médico pero me han dicho que, aunque sea una cicatriz antigua, es normal que haga daño. Pero me duele mucho" Como no había nada que hacer, me despedí, deseándole que el dolor se acabara pronto.

Pero si, tiene razón, las cicatrices siguen doliendo a pesar de que trascurra mucho tiempo desde que la herida se cerró. Las cicatrices parecen quedarse en nuestra piel y en nuestro alma para recordarnos lo que hemos vivido, lo que hemos sufrido pero también que lo hemos superado, y que seguimos afrontando el día a día dando lo mejor de nosotros.





No hay comentarios:

Publicar un comentario