domingo, 16 de septiembre de 2018

Lo políticamente correcto

Nuestra vida, nuestra sociedad está alcanzando altas cotas de lo políticamente correcto.
Está muy bien, sin duda. Ser políticamente correcto nos permite vivir en sociedad, más o menos en comunidad, sin generar altercados ni discusiones que rompan la tranquilidad vecinal.
Sin duda, podemos decir: qué bien!qué políticamente correcto que soy!

Además nos da tranquilidad. La tranquilidad de hacer o, mejor de no hacer nada, porque ya soy políticamente correcto y por esta razón ya contribuyo. Por ejempo, no tengo que ayudar a los inmigrantes porque ya expreso verbalmente mi pena por su situación e incluso se me cae la lagrimilla cuando veo las fotos o los vídeos en internet. Ya he cumplido, así que a otra cosa, mariposa.

Tampoco hace falta que enjuicie y pida explicaciones al gobierno de mi país por las concertinas en la vella de Melilla o por la propia valla. Ya he dicho que me parecía atroz y además, como otros países lo hacen, pues será que es el medio más eficaz, no?

Y así, podemos ir sumando.

Hay tantos casos en que no hacer está justificado porque ya lo he dicho, ya lo he expresado verbalmente y, con eso, es suficiente. Y además, lo he dicho de manera muy correcta, sin enervarme y sin causar más polémica innecesaria. Porque lo demás es molestar. Recordar continuamente que tenemos CIEs gestionados como centros de delincuentes, recordar continuamente que el Mediterréneo tiene más muertos que contaminación o que la gestión de fronteras de la UE es una mierda, eso no sería políticamente correcto. Perdón, decir “mierda” en un post tampoco es políticamente correcto. Pero es que llevo tiempo saliéndome del patrón o queriendo salir sin que me reprendan por dejar de ser políticamente correcta.

domingo, 9 de septiembre de 2018

Haz tus preguntas, exige la verdad!

Demasiado a menudo aceptamos las cosas sin preguntar.
Aceptamos noticias, aceptamos órdenes, aceptamos sin más, sin preguntar ni siquiera un por qué.

En un tiempo en que se habla mucho de las fake news, seguimos dando crédito a todo lo que oímos. En algunos casos será por la falta de sentido crítico y en otras falta de tiempoo falta de interlocutores válidos. Qué más da! No hacemos, no nos hacemos preguntas.

Aprovechando los días de verano, he vuelto a ver la película Fair Game (Caza a la espia) cuya protagonista, Naomi Watts es una agente encubierta de la CIA, que es desacreditada cuando su marido cuestiona la necesidad de haber entrado en guerra con Iraq. Sean Penn, el marido, es un diplomático retirado que se dedica, entre otras cosas, a dar clases en la universidad y en un momento ya al final, les dice que hagan sus preguntas, que exijan siempre la verdad, porque si no la situación de dejarse ir va contra uno mismo.

Esta situación no es nueva. Ya en el evangelia de Marcos, exactamente en Mc 9, 30-37, encontramos que los discípulos “no se atrevían a preguntar”.

En un primer momento, lo más fácil es no saber la verdad. Permanecer en esta aceptación falsa y cómoda que nos mantiene en nuestra zona de confort. Pero qué pasa después? pasa que no somos capaces de pilotar nuestra vida, sólo nos quejamos por lo que otros han hecho, como si no fuera nuestra culpa no haber participado.

En este punto, es fundamental hacer preguntas, nuestras preguntas. Aclarar qué nos chirría, qué no entendemos y así, podremos siempre elegir y obrar en consecuencia. Pero además, através de estas preguntas, de nuestras preguntas, podemos exigir la Verdad.