domingo, 28 de julio de 2019

Salvar el mundo

He conocido a una persona que me ha asegurado tener sueños proféticos. Digamos que se llama Susi.
Susi asegura que dentro de unos años se producirá algo parecido a un armagedón, donde cuatro mujeres, lideradas por ella, logran salvar el mundo y llevarlo hacia un futuro nuevo.

Yo respeto mucho los sueños - sean o no proféticos - de las personas que me los explican; es más, soy fiel creyente del Talmud, cuando dice: " Un sueño sin interpretar es como una carta sin leer"; pero de ahí a decir que los sueños son proféticos, creo que hay un paso enorme, más si estos son salvíficos ante el fin del mundo.

Susi me explicó que ella lideraría la salvación del mundo y que sentía que yo sería una de esas cuatro mujeres que la acompañaría en la hazaña. Yo, la verdad, lejos de sentirme valorada me sentí, realmente, preocupada: estoy atravesando un periodo de sentirme muy vulnerable por lo que me es muy difícil ver cómo acertar a compartir esta misión de salvar el mundo, es más me viene grande, muy grande.

Hace tiempo que salvar el mundo, erradicar guerras o el hambre se me hacen sueños imposibles. Hace algún tiempo que he escogido el entorno inmediato, las personas que me rodean y que forman parte de mi vida o de mi camino. Tampoco aspiro a salvarlas, de hecho, no creo que sea capaz de salvarme a mi misma; tan sólo creo que puedo colaborar en hacer algunos momentos mejores, más agradables, momentos para recordar. Ya sea impartiendo clase de castellano a personas migrantes o visitando a los internos del CIE, no evitaré sus realidades, sólo les puedo llevar un tiempo amigo, un tiempo de ser escuchados: sin salvación, sin solucionar sus problemas; sólo escuchar.

domingo, 21 de julio de 2019

A mi me hace ilusión

"A mi me hace ilusión..." ¿cuántas veces he oído esa frase en boca de otra persona? Acostumbra a ser una frase encaminada a pedir que haga algo, que realice una acción que o estoy rechazando o estoy a punto de rechazar.

Parece que cuando oigo ese "a mi me hace ilusión" estoy más cerca de decir que si porque de esa manera cumplo  las expectativas de mi interlocutor. A veces, sus expectativas y las mías confluyen y, entonces, está muy bien; pero, ¿qué pasa en aquellos momentos en que no coinciden?

Últimamente, cuando oigo esa frase ya no contesto "si, de acuerdo, lo haré" si no que me paro un momento y le pido algo de tiempo para pensar si puedo o no comprometerme a hacer lo que me pide.

El poder hacer esto, el dar ese paso hacia atrás y pedir ese tiempo para decidir, representa un gran avance para mi. Antes sentía la necesidad de cumplir las ilusiones de las otras persona, supongo que de esa manera me sentía más apreciada; lo que ocurría es que para hacer lo que a otros les hace ilusión debía invertir mi tiempo en ello, dejando de lado algo que, verdaderamente, a mi me hacía ilusión. Tenía el extraño sentimiento de haber agradado al otro pero mezclado con la frustración de no tener tiempo para mi.

Ahora, en la mayoría de los casos doy este paso atrás. No se trata de no hacer cosas por los otros sino de no hacer sistemáticamente cosas para los otros que para mi resultan ser "tareas vacías", desprovistas de ninguna motivación personal.

He podido salir de la telaraña que representa este "a mí me haría mucha ilusión" escuchando mis motivaciones más profundas; no ha sido fácil porque unido a ese si iba algo que yo sentía como estima o reconocimiento por parte de los otros. Poco a poco, vi que tenía tiempo para hacer lo que más feliz me hacía, e incluso, descubrir otros intereses. Es cierto, que la vida es un intercambio y también que hay tiempo para un poco de todo. Lo que sí ha cambiado sustancialmente en mis respuestas es saber quea, ya no siempre se trata de hacer lo que a los otros les hace mucha ilusión, sino de buscar qué me resuena y en qué encuentro una manera de expresión de mis motivaciones.