miércoles, 8 de julio de 2020

¿Nos amamos los unos a otros como Dios nos ama?


 

Lo intentamos. Pero cuando lo piensas, compartir la vida de Dios por toda la eternidad es un regalo inalcanzable para nosotros. Y duele admitir que el amor de Dios por nosotros es totalmente inmerecido. Es un poco embarazoso... sin embargo, ahí está. Él nos ama. Siempre. Ahora. En este momento, como somos.

 

Y debido a que es su voluntad extender la mano y llevar a sus hijos en apuros a su corazón, nuestros pequeños esfuerzos son aceptados como las flores silvestres aplastadas en la mano de un niño y suspiran como tesoros. Entonces, aquí está mi propuesta: si es tan fácil complacerlo, permitamos que otros nos complazcan. Vamos a darles un descanso a todos: amémosles incondicionalmente.

 


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